EL MUNDO › OPINION
Esclavistas contra Lula
› Por Martín Granovsky
Pueden pronunciar sians po. Es, más o menos, la fonética de sciences politiques. Con decir Sciences Po basta para aludir al encastre perfecto de dos estructuras, la Fundación Nacional de Ciencias Políticas de Francia y el Instituto de Estudios Políticos de París.
No es difícil pronunciar Sians Po. Lo difícil es entender, a esta altura del siglo XXI, cómo las ideas esclavócratas siguen permeando a gente de las elites sudamericanas.
Hoy a la tarde, Richard Descoings, director de Sciences Po, le entregará por primera vez el doctorado Honoris Causa a un latinoamericano: el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva. Hablará Descoings y hablará Lula, claro.
Para explicar bien su iniciativa, el director convocó a una reunión en su oficina de la calle Saint Guillaume, muy cerca de la iglesia de Saint Germain des Pres, en un contrafrente desde el que podían verse los castaños con hojas amarillentas. Meterse en la cocina siempre es interesante. Si uno pasa por París para participar como ponente de dos actividades académicas, una sobre la situación política argentina y otra sobre las relaciones entre la Argentina y Brasil, no está mal que se meta en la cocina de Sciences Po.
Le pareció lo mismo a la historiadora Diana Quattrocchi Woisson, que dirige en París el Observatorio sobre la Argentina Contemporánea, es directiva del Instituto de las Américas y fue quien tuvo la idea de organizar las dos actividades académicas sobre la Argentina y Brasil de las que también participó el economista e historiador Mario Rapoport, uno de los fundadores del Plan Fénix hace 10 años.
Naturalmente, para escuchar a Descoings habían sido citados varios colegas brasileños. El profesor Descoings quiso ser amable y didáctico. Sciences Po tiene una cátedra de Mercosur, los estudiantes brasileños acuden cada vez más a Francia, Lula no salió de la elite tradicional de Brasil, pero llegó al máximo nivel de responsabilidad y aplicó planes de alta eficiencia social.
Uno de los colegas preguntó si estaba bien premiar a quien se jacta de no haber leído nunca un libro. El profesor mantuvo su calma y lo miró asombrado. Quizá sepa que esa jactancia de Lula no consta en actas, aunque es cierto que no tiene título universitario. Tan cierto es que cuando asumió la presidencia, el 1º de enero de 2003, levantó el diploma que les dan en Brasil a los presidentes y dijo: “Lástima que mi mamá se murió. Ella siempre quiso que yo tuviera un diploma y nunca imaginó que el primero sería el de presidente de la república”. Y lloró.
“¿Por qué premian a un presidente que toleró la corrupción?”, fue la siguiente pregunta.
El profesor sonrió y dijo: “Mire, Sciences Po no es la Iglesia Católica. No entra en análisis morales, ni saca conclusiones apresuradas. Deja para el balance histórico ese asunto y otros muy importantes, como la electrificación de favelas en todo Brasil y las políticas sociales”. Y agregó, tomando Le Monde: “¿Qué país puede medir moralmente hoy a otro? Si no queremos hablar de estos días, recordemos cómo un alto funcionario de otro país debió renunciar por haber plagiado una tesis de doctorado a un estudiante”. Hablaba de Karl-Theodor zu Guttenberg, ministro de Defensa de Alemania hasta que se supo del plagio.
Más aún: “No excusamos, ni juzgamos. Simplemente no damos lecciones de moral a otros países”.
Otro colega preguntó si estaba bien premiar a quien una vez llamó “hermano” a Muamar Khadafi.
Con las debidas disculpas, que fueron expresadas al profesor y a los colegas, la impaciencia argentina llevó a preguntar dónde había comprado Khadafi sus armas y qué país refinaba su petróleo, además de comprarlo. El profesor debe haber agradecido que la pregunta no citara, con nombre y apellido, a Francia e Italia.
Descoings aprovechó para destacar en Lula “al hombre de acción que modificó el curso de las cosas”, y dijo que la concepción de Sciences Po no es el ser humano como “los unos o los otros” sino como “los unos y los otros”. Marcó mucho el et, “y” en francés.
Diana Quattrocchi, como latinoamericana que estudió y se doctoró en París tras salir de una cárcel de la dictadura argentina gracias a la presión de Amnistía Internacional, dijo que estaba orgullosa de que Sciences Po le diera el Honoris Causa a un presidente de la región y preguntó por los motivos geopolíticos.
“El mundo se pregunta todo”, dijo Descoings. “Y tenemos que escuchar a todos. El mundo no sabe siquiera si Europa existirá el año que viene.”
En Siences Po, Descoings introdujo estímulos para que puedan ingresar estudiantes que, se supone, corren con desventaja para aprobar el examen. Lo que se llama discriminación positiva o acción afirmativa y se parece, por ejemplo, a la obligación argentina de que un tercio de las candidaturas legislativas deban ser ocupadas por mujeres.
Otro colega brasileño preguntó, con ironía, si el Honoris Causa a Lula formaba parte de la política de acción afirmativa de Sciences Po.
Descoings lo observó con atención antes de contestar. “Las elites no son sólo escolares o sociales”, dijo. “Los que evalúan quiénes son mejores son los otros, no los que son iguales a uno. Si no, estaríamos frente a un caso de elitismo social. Lula es un tornero que llegó a la presidencia, pero según tengo entendido no dio un ingreso sino que fue votado por millones de brasileños en elecciones democráticas.”
Como Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff en la Asamblea General de Naciones Unidas, Lula viene insistiendo en que la reforma del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial está atrasada. Dice que esos organismos, así como funcionan, “no sirven para nada”. El grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) ofreció ayuda a Europa. China sola tiene el nivel de reservas más alto del mundo. En un artículo publicado en El País, de Madrid, los ex primeros ministros Felipe González y Gordon Brown pidieron mayor autonomía para el FMI. Quieren que sea el auditor independiente de los países del G-20, que integran los más ricos y también, por Sudamérica, la Argentina y Brasil. O sea, quieren lo contrario de lo que piensan los Brics.
En medio de esa discusión llegará Lula a Francia. Conviene hacerle saber que, antes de recibir el doctorado Honoris Causa de Sciences Po, debe pedir disculpas a los elitistas de su país. Un obrero metalúrgico no puede ser presidente. Si por alguna casualidad llegó a Planalto, ahora debería guardar recato. En Brasil, la casa grande de las haciendas estaba reservada a los propietarios de tierras y esclavos. Así que Lula, ahora, silencio por favor. Los de la casa grande se enojan.
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